Cuentos y anécdotas: Mi primera computadora portátil y como me ayudó con el examen de topografía

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Hoy en día, nadie se sorprende al ver a un niño pequeño operar una computadora. Creo que ahora estamos en camino de ver el remplazo de las portátiles por los smartphones. Miles de aplicaciones están al alcance de nuestros dedos. Todo una maravilla y funcionalidades.

Eso no siempre fue así, hace treinta años era solo asuntos de Geek o Nerd el manejo de la tecnología. Si les preguntas a tus padres o abuelos, seguramente te dirán, que ellos escuchaban las novelas por radios, que luego llegó la televisión en blanco y negro, creo que ahora quedan poquísimos de la generación que experimentaron el cine mudo.

Como dije en un post previo, yo pertenezco a la generación "X", la que vio la transición de la televisión en blanco y negro al color, la aparición de las consolas de video juegos, recuerdo haberme sentado largas horas delante de un Atari o Intellivision para jugar el mítico juego de Pacman y Tetris.

En mi época del liceo tuve mi primer contacto con una calculadora electrónica, el gadget era de la marca japonesa Casio, todo una maravilla para resolver operaciones aritméticas, coexistiendo con las tablas matemáticas Allen y las casi desaparecidas reglas de cálculos; esta tecnología se negaba a desaparecer.

Apenas el negocio de las computadoras personales empezaban a expandirse, Microsoft y Apple daban sus primeros pasos ante los gigantes IBM y XEROX, solo para nombrar algunos. Aún las máquinas de escribir eran el estándar cuando me topé con la Casio PB 1000.

Era el mes de septiembre de1989, yo tenía un año de haber culminado mis estudios universitarios, y en unos de mis recorridos por el área de comercio de la ciudad donde hacia vida, observé en la vitrina aquella maravilla tecnológica del momento. Recuerdo que no podía comprarla de contado en ese momento, así que tuve que dar una inicial y firmar dos letras de cambios pagaderos en dos meses, cada letra equivalía al 30 % del salario que devengaba en aquel entonces, pero estaba realmente muy entusiasmado, como niñito con juguete nuevo. Hoy luego de treinta año, considero que fue unas de mis mejores inversiones.

La Casio PB 1000 era compacta operaba con 8kb de memoria RAM, con tres baterías doble A, su pantalla era LCD monocromática pero táctil con 16 paneles, programable en Basic y en lenguaje ensamblador de bajo nivel. Si lo comparamos con cualquier teléfono o calculadora de la actualidad, cualquiera diría: ¡que obsoleto!

CasioPB1000.jpg

By Nasa-verve at English Wikipedia, CC BY-SA 3.0, ver fuente


Pasé largas horas manipulándola, hasta ese entonces nunca había tenido una computadora, el gadget traía dos manuales, uno sobre la operación del mismo y el otro sobre las instrucciones de los lenguajes de programación que soportaba. Con este fantástico artefacto descubrí que era, bueno sigo siendo, autodidacta al empeñarme en dominar algo.

Aún la internet no se había expandido y penetrado nuestros hogares, estaba en sus inicios, hoy existen miles de manuales en pdf y videos tutoriales pero en 1989 para profundizar sobre un tema, no era tan fácil, con el objetivo de aprender sobre programación compré dos libros para dominar a la PB 1000, obviamente uno de Basic que tenía muchos ejemplos y otro de programación que abarcaba los diagramas de flujo y codificación en los lenguajes que dominaban el campo informático: Fortran IV, PL/1, Algol, Cobol, Assembler y RPG.

Con el transcurrir del tiempo, escribí varios programas que me fueron muy útiles para el desempeño de mis funciones de trabajo. Muchos se extrañaban al verme consultar aquella compacta máquina y darle información pertinente y verás. La única limitante, si la podemos llamar así, era que tenía que transcribir los datos procesados de forma manual para hacerlos impreso en máquinas de escribir, aún faltaría algunos meses para la llegada de mi primer ordenador de escritorio e impresora.

Al cabo de seis meses, recibí una comunicación de la gerencia de recursos humanos en la que participaban que debía de asistir a un curso de actualización sobre ingeniería civil en la ciudad capital. En tal sentido, empaqué mi equipaje, sin olvidar mi PB 1000, compré mi pasaje y luego del viaje de cinco horas me presenté al instituto en donde cursaría los estudios.

Recuerdo como si fuera ayer, un examen de la asignatura de topografía, vale destacar que era considerado entre los más trabajosos, por la cantidad de cálculos manuales de alta precisión (10 decimales) que demandaba entre dos y tres horas en su realización. La tarea consistía en rellenar un formato con los datos exactos para cerrar una poligonal partiendo de un azimut y distancia que retroalimentaba el siguiente punto hasta el punto de cierre.

Para que tengan una idea clara de la tarea, les invito a ver el siguiente video elaborado muchos años después (2011):


Fuente: Poligonal cerrada por Luiszend publicado en Youtube

Sopese usted, hacer algo similar pero 20 años antes del vídeo. Volcar el trabajo de programación en la PB 1000. Obviamente, las tareas claves fueron, explotar las capacidades del aparato para adecuarlo al problema, entender cabalmente las restricciones, las pautas y etapas para la resolución del problema: Un 1 % de ingenio y 99 % de sudor. Programar tardó casi toda una noche, entre ensayo y error hasta lograr el objetivo.

Faltaba un día para el temido examen, pero yo estaba preparado. Llegado el momento, en aquel salón estaban una veintena de personas con lápiz, borrador y su calculadora científica, prestos a la prueba. El profesor Contreras abrió su maletín, sacó los formatos repartiéndolos hasta el último de nosotros, diciéndonos: señores, empezó el examen.

Con la seguridad de la precisión de mi programa, había automatizado los cálculos manuales, solo debía introducir el azimut y decidir la orientación correcta del rumbo (N-S, E-O ) y la distancia; el programa manejaba los escenarios y daría las coordenadas de cada tramo con diez dígitos decimales de precisión. Con pausa y cautela realicé cada tramo y escribí en el formato los números requeridos y en quince minutos entregué mi examen resuelto. El profesor Contreras me miró atónito y me dijo:

— Ya lo resolvió — Tomó el examen y al revisarlo me preguntó: — ¿Cómo lo hizo? — Yo respondí explicándole, con la Casio PB 1000 en la mano, el programa que elaboré dos días antes, eso permitió resolver rápidamente la prueba. Volvió a mirarme y sonriéndose, estampó en el formato la máxima nota.

El resto de los examinados voltearon sorprendidos a verme. Tres horas después el último alumno entregó su respectivo formato. No faltó, como siempre, esa persona obsesionada por ser el mejor, que objetó ante el profesor mi método de solución, a lo que Contreras, de manera pausada pero con autoridad, replicó así al envidioso alumno:

— En mis años de docente impartiendo la materia, no he visto un programa similar para resolver este problema, es más pienso en recomendar a este alumno a la facultad para que le otorgue una beca y estudie ingeniería en computación —

Sentí una gran satisfacción al escuchar la respuesta del profesor Contreras al envidioso; si él lo pensaba bien, se daría perfecta cuenta, que yo pasé más tiempo resolviendo el problema, solo lo hice antes, pero con el beneficio extra de haber disfrutado haciéndolo.

Lamentablemente poco tiempo después, aquella maravilla tecnológica me fue hurtada en un descuido imperdonable de mi parte, al dejarla en el asiento trasero de mi vehículo cuando hice una parada rápida en el aeropuerto internacional. Pensaba a manera de ironía, espero que el ladrón le saque el mismo provecho que yo, a sabiendas que un instrumento como ese, de poco sirve en mano de un profano.

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Relato original de @janaveda



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Claras remembranzas que retratan con exactitud la experiencia.

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Gracias por sus palabras, mi estimado profesor.

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¡Felicitaciones!


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