La Tierra fue durante millones de años un planeta inérte, pues no reunía las condiciones necesarias para que apareciese materia viva. La evidencia geológica indica que en un principio el nuestro era un planeta ardiente y espesísima atmósfera, con las rocas en fusión y abundante en vapor de agua. Cuando se enfrió suficientemente tras una larga espera de millones de años, adquirió una corteza solidificada y fría, con las aguas circulando ya por la superficie del planeta y formando los océanos.

^{⬆️ Infografía de la historia de la Tierra. Imagen: Repositorios de Wikimedia Commons}

En medio de este caos, hubo un momento, aproximadamente unos 4.000 millones de años, en que por combinación de átomos de hidrógeno, carbono, oxígeno y nitrógeno apareció por primera vez materia viva en un evento que actualmente llamamos abiogénesis. No debemos confundir abiogénesis con evolución, lo cual suele ser una confusión a menudo difundida por los negacionistas de la ciencia. Entendemos muy bien cómo funciona la evolución, aunque reconocemos que aún no podemos replicar la abiogénesis en el laboratorio.

Los científicos suponen que esta primera materia viva estaba constituida por ácidos nucleicos, pero desconociendo la composición exacta y el posible aspecto de esta primera manifestación de la vida, pues no se han conservado restos. Los fósiles más antiguos que se conocen han de ser necesariamente más recientes y pertenecen a organismos que vivieron hace unos 3.500 millones de años, apenas 300 millones de años luego de la aparición de las primeras rocas. Se trata de las cianobacterias, las cuales al juntarse forman colonias visiblemente reconocibles llamadas estromatolitos. Abundan en algunas costas y rocas arcaicas de Australia.

^{⬆️ Colonias de cianobacterias formando estromatolitos. Los más antiguos fósiles conocidos. Imagen: Repositorios de Wikimedia Commons}

El hecho de que podamos decir con seguridad de que estos no fueron los primeros seres vivos se debe a la existencia actual de seres vivos de organización más primitiva y mucho menos compleja, tales como los virus y las arqueas. Que apenas se hayan encontrado vestigios de su existencia se explica por la extrema dificultad de conservar sus restos microscópicos desprovistos de partes duras.

Ahora bien, es interesante señalar que con toda probabilidad la vida surgió en el agua. La principal razón para suponerlo es que el peso del agua en el cuerpo de los seres vivos constituye entre el 65% y el 98% del total. La pérdida o reducción dramática de esta proporción de agua conlleva inevitablemente a la deshidratación y muerte del organismo. Solo los seres vivos suficientemente complejos pueden soportar la vida al aire libre sin desecarse, toda vez que hayan desarrollado los adecuados medios de protección.

^{⬆️ La abiogénesis probablemente ocurrió en el océano, donde el agua, la riqueza química y energía de las fuentes hidrotermales habrían proporcionado los ingredientes básicos. Imagen: Repositorios de Wikimedia Commons}

Por ejemplo, las células muertas de la corteza de las plantas y de la piel de los animales, las capas de grasa bajo la piel de todo animal, y la frecuente aspiración o ingesta de agua por parte de animales y plantas son mecanismos contra la deshidratación que han sido inventados por el mundo natural a lo largo de millones de años.

Con el tiempo, las formas de vida fueron haciéndose cada vez más complejas. Desde las primitivas formas de vida, los organismos unicelulares, esto es, formados por una sola célula y demás seres simples cuyo rastro se ha perdido, surgieron nuevas formas de vida más complejas, pluricelulares, que son formadas por más de una célula. Increíblemente esta transición tomó muchísimos millones de años en darse y es unas de las objeciones usualmente esgrimidas contra la posibilidad de que existan vida en otros planetas, en especial de seres tan inteligentes como nosotros.

Los constantes y graduales cambios se deben a la evolución de las especies. Está científicamente comprobado que las distintas especies de seres vivos proceden por evolución de especies anteriores. Hoy sabemos que esta evolución biológica se produce por procesos como la selección natural, la selección sexual, la deriva genética y las mutaciones.

La selección natural es a grandes rasgos el proceso más comunmente difundido acerca de la evolución. En esencia, ocurre por influencia del medio ambiente (como los cambios climáticos, la competencia con otras especies, etc.), lo que puede amenazar la existencia de la especie. Entonces, la población del organismo amenazado se ve en la obligación a adaptarse a las nuevas circunstancias. La naturaleza, por tanto, selecciona a los individuos que hayan desarrollado una ventaja competitiva que combata la extinción.

^{⬆️ Obra maestra de Charles Darwin donde eleva a estatus científico la idea de la selección natural. Imagen: Wellcome collection}

De esta manera, por evolución de las formas primitivas surgieron especies con una organización más y más compleja, con células especializadas, distintos tejidos y órganos para alimentarse, digerir, respirar y reproducirse. Todo esto aplicaba simultáneamente a los seres vivos de los distintos reinos.

En algún punto de la evolución de los animales hace 525 millones de años surgió el filo chordata (cordados), estos son los que poseen una cuerda dorsal, una muy útil características que comparten la mayoría de las especies de animales conocidas. Posteriormente surgieron los vertebrados, siendo los peces los más primeros protagonistas.

Hoy día los biólogos utilizando el método cladístico de la filogenética pueden afirmar que, de hecho, los seres humanos no hemos dejado de ser peces, pues bajo ese marco de referencia no dejamos de pertenecer a la categoría desarrollada por nuestros antepasados evolutivos. Digo "casi" porque no todos están de acuerdo en que pez sea una categoría filogenética, por lo que es más preciso decir solamente cordados.

Lo cierto es que tenemos algunos otros rasgos en común con los peces, tales como la similitud de nuestros embriones y su crecimiento y hasta uno de los más viejos reflejos motores: el hipo. Sí, el hipo fue desarrollado por los peces como un espasmo del diafragma y permanece en nosotros como un vestigio evolutivo, pues no tiene utilidad.

^{⬆️ Por cierto, este es un celacanto fosilizado y uno vivo; un pez que se creía extinto, pero que tiene 400 millones de años y podría estar muy emparentado con los primeros tetrápodos. Un pariente lejano que nos recuerda que los seres humanos todavía somos peces. Imágenes: Repositorios de Wikimedia Commons}

Notas

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