Mitos e historia de la Matemática - 8va Parte

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La portada es una imagen de libre uso de Pixabay editada por @abdulmath con GIMP, el emoji es creado con Bitmoji

. . . Continuación . . .


Si quisieramos llenar el vacío entre Fermat y Wiles, esto no es una dificil tarea. El Último Teorema, fue publicado por Samuel Fermat en 1670, no parece haber atraído en el siglo XVII, pero en el siglo XVIII llamó la atención de Leonhard Euler, el matemático más versátil y prolífico de la época, que tuvo algunas incursiones en los casos más fáciles de la misma.



En 1816, la Academia de Ciencias de París ofreció un premio para una solución.


Esto inspiró los esfuerzos de Sophie Germain, que tuvo cierto éxito con algunas partes del problema y cuyo trabajo fue retomado y ampliado por otros.


Más allá de eso, el problema se fue conociendo poco a poco y, con el paso de los años, atrajo a cientos, si no miles, de personas con supuestas soluciones, estas personas eran tanto de profesionales como aficionados.



La mayoría de estos intentos eran incorrectos e inútiles, pero unos pocos condujeron a importantes descubrimientos matemáticos por derecho propio, que Wiles habría conocido.


Cuando finalmente se embarcó en su propia prueba, utilizó algunas de las más profundas matemáticas del siglo XX, que para entonces se sabía que estaban relacionadas con el último teorema de Fermat: la Conjetura Taniyama-Shimura, realizada por dos matemáticos japoneses en la década de 1950, y el método Kolyvagin-Flach desarrollado por Victor Kolyvagin (ruso) y Matthias Flach (alemán) en la década de 1980.



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Imagen de Pixabay y editada por @abdulmath con GIMP.



Obsérvemos de nuevo la propensión de los matemáticos a escribir los nombres de sus predecesores en el registro histórico, así como también la compleja red de interacciones históricas que hay detrás de un solo teorema.


Por lo general, cuanto más se retrocede, más difícil es rastrear el terreno entre los peldaños, entre otras cosas porque gran parte de las pruebas hace tiempo que se han borrado.


Pero sin el intento, no hay historia, sólo la serie de anécdotas en las que se basa todavía con demasiada frecuencia la historia popular de las matemáticas.



Aunque no sabemos casi nada sobre la vida de Euclides o Diofanto, hay algunas cosas que podemos afirmar con certeza: que ambos tenían una buena educación y podían escribir con fluidez en griego, la lengua intelectual del Mediterráneo oriental; que ambos tuvieron acceso a escritos anteriores sobre matemáticas; que ambos fueron capaces de entender, ordenar y ampliar algunas de las matemáticas de vanguardia de su época; y que las matemáticas sobre las que escribieron no tenían ningún valor práctico, sino que eran una actividad puramente intelectual.


El número de hombres que se dedicaban a estas matemáticas nunca pudo ser grande, ni siquiera en una ciudad como Alejandría. De hecho, se ha estimado que en cualquier momento no había más que un puñado de ellos en todo el mundo de habla griega. En otras palabras, tanto Euclides como Diofanto pertenecían a minúsculas élites matemáticas.

. . . Continuará . . .



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Imagen de Pixabay y editada por @abdulmath con GIMP, e Inkscape.


Si te gusto este tema y quieres seguir profundizando acerca de la historia de la matemática, no te pierdas la próxima publicación, pero si aún así deseas conocer otra perspectiva del mismo, te invito a investigar en las siguientes referencias que acá te comparto:

  1. Robert Recorde, The Pathway to Knowledg (London, 1551); painstakingly reprinted by Gordon and Elizabeth Roberts (TGR Renascent Books, 2009).
  2. Markus Asper, The two cultures of mathematics in ancient Greece, in Eleanor Robson and Jacqueline Stedall (eds), The Oxford Handbook of the History of Mathematics (Oxford University Press, 2009), pp. 107–132.
  3. Simon Singh, Fermat’s Last Theorem (Fourth Estate, 1997; Harper Perennial, 2007).
  4. Benjamin Wardhaugh, Mathematics in English printed books, 1473-1800: a bibliometric analysis, Notes and Records of the Royal Society, 63(2009): 325-38.


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