Alan Turing y la manzana

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Imagen de Pixabay


La manzana siempre ha tenido cierta importancia en la historia de la humanidad. Tenemos ejemplos muy notorio desde los inicios que se conocen del hombre, por ejemplo:
  • la manzana que recogió Eva y comió Adán, y hemos visto las consecuencias.
  • la manzana que cayó sobre la cabeza de Newton -un episodio que a él mismo le gustaba contar en años posteriores- y ahora estamos lidiando con el enigma de la gravedad.
  • la manzana envenenada de Alan Turing.
    Podemos detenernos en este aspecto por un momento. En el texto: "Alan Apple: Hacking the Turing Test, de Valeria Patera, la autora examina el escándalo que rodea a esta última manzana y presenta como un enigma la vida, la muerte y el destino del hombre que tanto hizo por descifrar el código Nazi Enigma durante la Segunda Guerra Mundial. Pero descifrar el sentido de la vida es mucho más difícil.

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    Imagen de Pixabay


En este libro, su autora contrapone los aspectos humanos y científicos de la vida de Alan Turing con conversaciones entre dos hackers que, a su vez, se cuestionan el sentido de lo que hacen.


Ellos enfrentan, el mundo virtual con el mundo real, compuesto por cosas y cuerpos, pero también por instituciones como la Agencia Tributaria y la Policía. Aquí, como en el caso de Turing, se trata de la diversidad frente a la estandarización, de la ciencia extraordinaria frente a la investigación normal, de la libertad frente a la necesidad. Pero,


¿y si la libertad con la que sueñan los que navegan por la Internet es en realidad otro tipo de necesidad?




Uno hackers comentaba que viviá en la internet, en otra sociedad, con sus reglas, fronteras y tradiciones.


Entonces, estamos fente a otra sociedad, ¡más reglas y fronteras! También podemos tener la ligera sospecha de que el maravilloso mundo imaginado y deseado por los hackers resultará ser un Brave New World. Es natural preguntarse:


¿Existe acaso una prueba que nos permita distinguir claramente los diferentes tipos de libertad de los de necesidad?



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Foto de la Maquina Enigma, Imagen de Pixabay


Las propias experiencias de Turing muestran lo difícil que es hacer una distinción clara entre ambas.


¿Significa la ciencia siempre emancipación intelectual, y la tecnología "progreso"?



Entonces,

¿por qué "está tan interesada la Policía"?


¿A qué tipo de libertad sacrificó Turing los mejores años de su vida?


¿Qué clase de sociedad opina que utilizar la castración química para "normalizar" a los que parecen ser sexualmente "anormales"?


¿Y pueden las máquinas ser "mejores" que los seres humanos, en todos los sentidos de la palabra?



Al plantear constantemente estas preguntas, no podemos dejar de usar el mismo Test de Turing, el cuál se ha convertido en una de las cuestiones más representativas del debate alma-cuerpo-máquina o, si se prefiere, mente-cerebro-computador. Un problema que nos acompaña al menos desde la época de Descartes . Sin embargo, fue la investigación en lógica abstracta (el concepto de computabilidad de Turing) la que realmente nos reveló el Brave New World de la tecnología informática; el aspecto tecnológico (el programa conocido como Inteligencia Artificial Fuerte) vino después; además, fue brillantemente anticipado por Alan Turing.


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Quizás sea más que una ironía histórica que el test que está indisolublemente ligado al nombre de Turing en la literatura especializada se basara en un test de género (diseñado para revelar si el interlocutor oculto era hombre o mujer). Además de la ambivalencia de género, ahora hay una ambivalencia de ser humano. Basta con consultar la documentación sobre los resultados del Test de Turing.


En el interesante libro The Engine of Reason , the Seat of the Soul (1995) de Paul M. Churchland , podemos encontrar al leer, que en el curso de muchas pruebas ninguna máquina fue confundida con un ser humano por los jueces, mientras que muchos seres humanos fueron tomados por máquinas. Tal vez no se trate de asimilar si una máquina puede pensar, sino de concluir que cuando pensamos lo hacemos como máquinas.


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En efecto, en cierto sentido, somos (también) máquinas. Máquinas extremadamente sofisticadas, de hecho, que han pasado por un largo proceso evolutivo. Estas máquinas también son conocidas como cuerpos, y quizás el error de Turing fue olvidar a veces que poseía un cuerpo y que la inteligencia simulada también está fuertemente condicionada por las estructuras físicas empleadas.


Hoy en día, el Test de Turing suele ser criticado desde dos puntos de vista opuestos. Según algunos, tiene una base demasiado estrecha, mientras que otros consideran que tiene una base demasiado amplia. En cualquiera de los dos casos, no es capaz de representar adecuadamente el tipo de pensamiento simbólico que hoy se considera uno de los productos más significativos de la evolución, primero desde el punto de vista biológico y segundo desde el cultural.



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