Microrrelato: Él

Ahí estaba el desgraciado, poniéndose sus moños cada vez que lo toco. Ni siquiera me permite comunicarme con los demás; lo intento y se interpone con toda su toxicidad.

Hoy fue la última gota que derramó el vaso: el muy descarado me avergonzó frente a todo el mundo en la biblioteca.

Me harté.

Levantándome de mi asiento, lo contemplo con ganas de insertarle un puñetazo o de buscar algún objeto pesado con el cual aplastarlo al maldito. Sin embargo, respiro hondamente y recuerdo que debo ser paciente si quiero extender su vida hasta diciembre o un poco antes, porque los teléfonos son carísimos en estos tiempos inciertos.

Cómo odio la obsolescencia programada.

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Fuente de la imagen: Pexels



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