¡Tu información personal es dinero para otros!

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Las redes sociales y plataformas digitales han revolucionado la forma en que las personas interactúan, se entretienen y se comunican en el mundo moderno. Millones de personas comparten diariamente imágenes, audios y videos sin detenerse a pensar en lo que esto implica a nivel de privacidad y control de datos. Empresas como Meta, Google y X han convertido este intercambio constante de información en un modelo de negocio altamente lucrativo, donde los usuarios son el producto y sus datos su activo más valioso.

Cada vez que un usuario sube una foto a Instagram, graba una nota de voz en WhatsApp o mira un video en YouTube, está contribuyendo a la construcción de una enorme base de datos utilizada tanto para mejorar los algoritmos como para fines comerciales. Meta, por ejemplo, no solo almacena imágenes y videos de sus usuarios, sino que utiliza inteligencia artificial para analizar rostros, detectar emociones y predecir comportamientos. WhatsApp, de la misma compañía, procesa conversaciones y audios para identificar patrones de comportamiento y de consumo que luego se traducen en estrategias de publicidad hipersegmentada. Google, a través de YouTube, extrae información de los videos reproducidos y las interacciones realizadas en la plataforma para perfeccionar su motor de recomendaciones y, al mismo tiempo, alimentar su ecosistema de publicidad.

Pero el proceso de recopilación de datos no se limita únicamente a la publicidad. Con la capacidad de generar big data, estas empresas crean perfiles detallados de los usuarios, incluyendo sus preferencias, intereses y hasta su estado de ánimo. Instagram, por otra parte, identifica qué tipo de contenido visual atrae más a un usuario, cómo reacciona ante ciertas publicaciones y cuánto tiempo permanece en una imagen o video específico. Esta información es utilizada para maximizar la permanencia en la plataforma, asegurando que el usuario reciba contenido altamente personalizado, lo que indirectamente también beneficia la venta de espacios publicitarios a marcas que buscan audiencias específicas.

WhatsApp, a pesar de su cifrado de extremo a extremo (como normalmente dice que respalda la info traficada) sigue recopilando metadatos: con quién hablas, con qué frecuencia, desde qué ubicación y qué tipo de archivos compartes. Estos metadatos permiten a Meta entender redes de contacto, patrones de comunicación y tendencias socioculturales. Google también utiliza su ecosistema interconectado para extraer información de sus múltiples servicios, vinculando los datos obtenidos de YouTube con las búsquedas realizadas en Google, las ubicaciones registradas en Google Maps y las interacciones en otras plataformas para crear perfiles de usuario extraordinariamente detallados.

Aunque la recopilación de datos es presentada como una herramienta para mejorar la experiencia del usuario, el problema radica en el nivel de control que estas corporaciones tienen sobre la información personal de millones de personas en el mundo. Los usuarios confían en estas aplicaciones para su entretenimiento y comunicación sin ser plenamente conscientes de cómo sus datos están siendo utilizados, vendidos y aprovechados para modelos predictivos que en muchos casos pueden influir en decisiones personales y colectivas.

El panorama de la privacidad digital es inquietante, pero no se trata de una batalla perdida al largo plazo. Existen alternativas en la Web3 que permiten mitigar la exposición masiva de datos, plataformas que promueven la privacidad y aplicaciones descentralizadas que podrían marcar la diferencia en el futuro, si es que no lo hacen ahora. Sin embargo, el dilema sigue abierto: en un mundo donde el acceso gratuito es el precio que se paga con la información personal, la verdadera pregunta es si los usuarios están listos para cambiar la forma en que interactúan con la tecnología o si seguirán siendo parte del engranaje invisible de los datos masivos.


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3 comments

Magnifico artículo The Infiltred. Gracias por tus enseñanzas. Saludos

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